Los cazadores de demonios se encuentran en guerra perpetua consigo mismos. No albergan esperanzas de regresar a sus vidas previas, sin embargo, acechan demonios y luchan contra ellos con gran pasión. Aquellos cazadores que viven para entrenar a otros se vuelven cuidadosos y reflexivos, sin embargo, sus impulsos dictan que es necesario enfrentar la violencia demoníaca con más violencia.
Cada flecha que disparan los cazadores de demonios se encuentra bañada en rencor y casi todos sus ataques van cargados de Odio, una gélida furia recta que los vuelve inmisericordes frente a sus enemigos. Su Odio es casi infinito y se recupera rápidamente. Aún en reposo, los cazadores de demonios se encuentran llenos de deseos de venganza.
Aquellos que busquen hacer algún tipo de cambio en el mundo deberán templar su Odio con otro recurso, Disciplina; la precaución y el cuidado que garantiza que vivirán para matar otro día.
La Disciplina es preciosa para los cazadores de demonios. No sólo se regenera de modo mucho más lento —además de requerir mayor reflexión y paciencia que sus ataques basados en el Odio— sino que dependen de ella para todos sus movimientos defensivos: inmovilizar al enemigo, evitar dientes y garras de un salto, así como evadir lluvias de espinas y flechas.
Es fácil para un cazador de demonios permanecer estático, cargado de Odio helado mientras descarga aluviones de proyectiles contra las hordas del enemigo. Pero, si no se defienden con Disciplina, los cazadores se exponen a ser masacrados. Un cuidadoso balance de Disciplina y Odio es el modo en que los cazadores podrán asegurar su sobrevivencia.
Los cazadores de demonios son vigilantes implacables que ejecutan a sus objetivos con un arsenal de armas a distancia. Toman posición lejos del peligro y utilizan arcos, trampas mortíferas y proyectiles para eliminar a las criaturas que siembran el terror en su mundo.
Con disparos de saturación de área, aluviones de flechas y explosivos temporizados a su disposición, los cazadores de demonios son muy buenos para aniquilar grupos de enemigos en formación cerrada. Su puntería de precisión milimétrica también les permite lidiar a distancia con monstruos más poderosos, ya que son capaces de eliminar objetivos clave con objetivos precisos, o retroceder mientras descargan sus armas contra los enemigos que se aproximan.
Sin embargo, como los cazadores de demonios se concentran en el combate a distancia, su entrenamiento limitado con armas cuerpo a cuerpo los deja vulnerables cuando se encuentran rodeados. Las habilidades evasivas como giros y saltos, así como ciertos ataques que reducen la velocidad de movimiento del oponente son tan importantes para su sobrevivencia como lo son las flechas en el carcaj de cualquier cazador.
Aquellos que se hacen llamar cazadores de demonios no son un pueblo ni una nación y no le deben lealtad a ningún rey. Son sólo un remanente, un eco de aquellos que perdieron sus vidas ante los engendros infernales. Cuando sus hogares son convertidos en ceniza y sus familias asesinadas por demonios, los refugiados recién marcados pierden todo interés por vivir. Sin embargo, algunos entierran a sus muertos, se agrupan y juran venganza.
Pese a que no son muy numerosos, los cazadores rastrean y eliminan demonios con la esperanza de que, si pueden salvar aunque sea una vida, su mundo será mejor por ello. Cuando cierran los ojos al final de un día de cacería, la mayoría de estos individuos todavía tienen pesadillas en las que ven los horrores que los reunieron: garras teñidas de rojo; hombres y mujeres ahogándose en su propia sangre.
Mientras se encuentran despiertos, los cazadores de demonios ven mucho de lo mismo. No obstante, en la actualidad cuentan por fin con el poder para contraatacar.
No se atreven a soñar con la victoria, ni mucho menos con la paz. Sin embargo, cazan. No pueden hacer nada más.
Los cazadores de demonios entrenan para detener a la oscuridad con una combinación poco convencional de armamento y estilos de lucha que sólo ellos pueden utilizar. Son maestros con la ballesta de mano, un arma a distancia de tiro y recarga rápidos que les permite convertir a los demonios en carcajs temporales. Asimismo, son tan diestros en el uso de dicha ballesta que pueden empuñar una en cada mano. Dos ballestas disparadas al unísono duplican la cantidad de saetas en el aire, así como la velocidad con la que caen los enemigos del cazador.